El mundo cambió mucho en los últimos 30 años. Tanto cambió que los noventa son ya considerados lo suficientemente parte del pasado como para ser recordados, refrescados, criticados o reivindicados (depende el país, la línea política o las partes de la historia que se consideren). Entre tantas cosas cambió la justicia, cambiaron las formas de contar en los medios de comunicación, cambiaron las políticas de género y un largo etcétera. Y este podcast, un true crime clásico llamado Frente al asesino, reconstruye un caso policial ocurrido en Uruguay en 1992, contando a la vez esos cambios.
Una serie de asesinatos, de los que no daremos detalles porque están desarrollados en el podcast, que en su momento fueron muy seguidos por la prensa de ese país y una investigación muy larga que llevó a una trama judicial aún más extensa. Todo está plasmado en Frente al asesino con un enfoque interesante al abordar este género tan producido en podcast.
Por un lado, el tono de esta serie es de policial clásico, con notas de cine negro. La voz del actor César Troncoso, que va reconstruyendo la investigación de los periodistas Felipe Fernández y Federica Bordaberry, tiene un peso y una cadencia que nos meten en una historia que, en definitiva, lo que cuenta es cómo fue el caso, día a día, semana a semana, mes a mes (los hechos corrieron por carriles rápidos y lentos, mayormente lo segundo). Y lo hace a través de una investigación que se observa igualmente enorme, con hallazgos como los audios extraídos de cassettes VHS que forman parte del expediente y escuchamos cerca del final del podcast. A la vez, la música original (con aires clásicos del género) a cargo de Nacho González Nappa aporta en todo momento climas y tensiones propias del policial.
Por otro lado, ocurre algo desde lo narrativo: no dan voz al asesino, al criminal, sospechoso o juzgado. Si bien aparece su voz en algún momento de la serie, no me refiero a la cuestión técnica: al contrario de lo que pasa, por ejemplo, en el histórico Serial en el que Sarah Koenig habla durante horas y horas con Adnan Syed (hoy libre, tras 23 años), en esta serie no escuchamos todo lo que puede decir alguien desde la cárcel, frente a un grabador o en audios de archivo. Y me tomo unas líneas más para seguir con este asunto: es un problema habitual del true crime, tanto en podcasts como en documentales audiovisuales, esto de dar voz a los delincuentes, acusados o juzgados por un crimen (desde el robo a un banco a múltiples asesinatos, considerando la distancia entre ambos crímenes) y darles micrófono/cámara para que se explayen, para que nos cuenten su versión de los hechos. Es un límite raro en el que siempre se manejó el periodismo y que con los true crime a veces se borronea: ¿Cuánto vale el testimonio de una persona clave, ejecutora de los hechos, si esos hechos son penados por la ley? Es difícil, como periodista, ubicarse celestialmente sobre la tentación de entrevistar a seres tan particulares como quienes se dedican al crimen... pero ¿cuáles son los límites o precauciones que tenemos que tener a la hora de ponerles frente al micrófono? Todo se soluciona, por supuesto, con investigaciones que utilicen esos testimonios para contar una historia, para explicar los hechos y esclarecerlos, para acercarnos a una verdad sobre un determinado caso. Ocurre en muchas ocasiones, y pienso en la serie sobre Nisman o en la del caso Belsunce (ambas en Netflix) como también en el film documental dedicado a los ladrones del "robo del siglo" (estreno reciente de la N roja), que no hay una voz editorial definida: quienes dirigen la producción van por el famoso "contar las dos campanas" sin decirnos qué piensan del hecho, sin ofrecer una postura explícita o a través de testimonios (o directamente son fans de unos ladrones que, como bien cuenta el podcast El Verdadero Robo del Siglo, no ejecutaron el atraco sin armas ni rencores). Podemos, con documentales de ese estilo, recorrer un caso con una convicción sobre los hechos y salir reafirmando esa postura, la que hayamos tenido (que a Nisman lo mataron o se suicidó, por ejemplo). Y ni hablar cuando las personas que hablan lo hacen on tape para limpiar su imagen, para proyectarse ante la opinión pública, para sumar ruido al debate sobre el caso o simplemente mienten para defenderse: y pienso en los ejemplos de Carrascosa y otras personas implicadas en el asesinato de María Marta García Belsunce (que además de salir en la serie de Netflix contaron con horas y horas de TV argentina), como también en las vergonzosas apariciones de César Román en el podcast El Rey del Cachopo, las de Jaime Stiuso en el documental sobre el caso Nisman o las de Ian Bailey en Sophie: A murder in West Cork. Así que, cerrando esta extensa digresión, es interesante que en este true crime uruguayo tengan una línea clara y el asesino aparezca así narrado.
Además, este podcast suma al relato cuestiones uruguayas que le agregan una denominación de origen que me ayudó a escucharlo de un tirón: no solo en la voz de Troncoso, también en los lugares, las calles, los barrios de Montevideo. Escuchar que los crímenes ocurrieron en Carrasco, recorrer las rutas a Solymar o Punta del Este, que hablen periodistas que cubrieron el caso en su momento. Siempre con la historia enmarcada en la época, con los sucesos en Uruguay y el mundo que aportan datos de color, nos transportan y hacen muy llevadero un caso que en definitiva es terrible: por lo ocurrido, por las dificultades (y torpezas) de la investigación, por la resolución y las tensiones judiciales, por lo que pasó años después...
Si te gusta el true crime, esta historia es para vos. Y si no te gusta tanto el género (me pasa, prefiero policiales más livianos) el caso es realmente atrapante, los episodios breves te van llevando por las idas y vueltas de la investigación, en una serie muy maratoneable que además tiene un plus: cuando parece todo resuelto, siempre pasa algo más.
Escuchar: Spotify
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