La mayoría de las personas nunca estuvo presa. La prisión es ese lugar misterioso, pesado, triste, en el que termina un tramo de nuestros sistemas de justicia (ah, qué abstractos estamos hoy). En cientos de países son directamente una mierda, un lugar del que se vuelve peor, y en general uno de esos grandes temas de los que no se habla. Hacer un podcast sobre prisiones, sobre presos o presas, sobre el encierro y la supuesta reforma social que nos genera, puede tener varios enfoques. Fugas, desde su primera temporada, agarró uno de los más atractivos narrativamente: el del escape. Hay una frase/lema que oímos en distintas versiones (además de la intro) en todos los episodios del podcast: desde el momento que una persona cae presa, solo piensa en fugarse.
El plan, la organización, el recorrido en primera persona a través de una fuga carcelaria, son materia prima de Fugas desde sus inicios (en 2020 escribí esta reseña, la primera de Escucha Podcast antes de ser newsletter). En cada episodio de su segunda temporada conocemos, en una o varias voces, a personas que escaparon. Y el recorrido es más amplio, esta vez continental. Fugas expandió su primera temporada, de tres episodios hace dos años, a un recorrido en siete historias que pasa dos veces por Argentina (ESMA y Devoto), una por México (Guadalajara, de la mano del pozole), una por Panamá (con el gran Mali Mali) y una por Bolivia (esa fuga única en el Titicaca). Además, hay una continuidad: en la primera temporada conocimos el escape récord de los 111 presos del penal de Punta Carretas (Montevideo), ahora escuchamos en las voces de las mujeres que se rajaron la fuga de la Cárcel de Cabildo (también en la capital uruguaya). Ambas con gran organización y manejo de cloacas (!) por parte de Tupamaros. Y en el cierre de temporada hay un cambio de tono, un foco distinto: las historias de dos delincuentes, de presos por otros crímenes (robos, asesinatos) que cuentan sus escapes y sus vidas dedicadas al delito organizado. Cuentan lo suyo un ex marero salvadoreño de identidad reservada y "La Garza" Sosa desde Argentina. No son presos políticos, como en los demás episodios de Fugas, y las historias son diferentes, más densas, un poco más pesadas.
Con Fugas pasa algo interesante desde el tono narrativo: vamos a conocer historias increíbles, que nos generan algo de morbo y mayormente asombro. Es imposible dejar de escuchar a una persona que cuenta "así nos escapamos". Y es improbable no empatizar con quienes estaban en cana por cuestiones políticas, en los años de las dictaduras latinoamericanas. Las cuestiones morales de qué pasa cuando los presos son chorros, asesinos, delincuentes, las dejo para especialistas (tengo algunas dudas no resueltas). Fugas tiene ese tono clave para que nos comamos las historias: arranca cada episodio con un bocadillo, con un gancho que nos vende la que se viene y... empieza a sonar esa música, esa guitarra surf que grita "libertad" por todos lados (pah, ¡poesía!) y nos da ganas de escaparnos del colectivo, de salir corriendo de la panadería, de abrir las ventanas y gritar al viento. La música de Fugas es fundamental para el viaje y es, posiblemente, de las más logradas en el podcast de hoy. Hitazo de Nicolás Pagella.
Pero el asunto del tono no termina ahí (disculpá el viaje inmersivo, pensé mucho en los tonos mientras lo escuchaba): hay algo en lo aventurero, en la confesión, en contar algo que no fue contado, en la charla íntima frente al micrófono, en cómo fueron realmente las cosas, ese "yo estuve ahí" y "esto lo planeamos así", que es terriblemente atractivo de escuchar. Testimonios, voces de oro para contar historias reales. Y la voz de Sebastián Ortega acompaña en ese recorrido: si la historia es más emotiva, se escuchan sutilezas; si la fuga es insólita y también lo oímos reflejado en algunos tonos. En el sonido trabajamos con sutilezas y atrae encontrarlas en los auriculares. El diseño sonoro, en esta temporada a cargo de Mateo Corrá, aporta nuevos matices, es más complejo, más elaborado. Hay un team no ilustrar con sonidos (del que no me declaro integrante) que prefiere otras formas: me gustan siempre las que encajen con el tono y el foco de las historias, como pasa con Fugas en esos momentos en que sonorizan una escena en un baño, un túnel subterráneo o remando en un bote. Aparece también ahí el tono: no son SFX mil por ciento realistas, no parece ser la búsqueda (y no pregunté al respecto), más bien acompañan unos segundos y sigue la historia. Todo en el plano de la sutileza.
Entre los siete episodios destaco dos, por lo temático, por las entrevistas y en particular por la redondez del relato (por decirle de alguna manera), que están desde ya entre los mejor elaborados que escuché en este 2022: Receta para una fuga (México), en el que al guión de Florencia Alcaraz y Sebastián Ortega se sumó Mitzi Pineda (también hizo producción e investigación) para contar una historia que ocurre en Guadalajara, en la que se fugan integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre. La historia, que empieza con una receta de pozole (clave en el episodio, ya escucharás), incluye contexto de época (fines de los sesenta y comienzos de los setenta), está muy bien musicalizada (atención a los ritmos en distintos momentos del episodio) y tiene tensiones, giros, también un momento plenamente musical. De todito.
El otro episodio destacado es 38 luciérnagas (Uruguay): en las voces de tres mujeres protagonistas de la fuga, conocemos el particular edificio de la Cárcel de Cabildo en Montevideo (sigue ahí cumpliendo otras funciones), la investigación de las cloacas en voz de una de las que caminó los túneles, las internas políticas adentro y el armado (con notables distracciones) súper elaborado y coordinado con el afuera. Las entrevistas son muy buenas y ese logro es irrompible. La imagen que cuenta una de ellas (y da título al episodio) nos entrega el cierre poético-emotivo. Esta historia está también contada en un libro de Josefina Licitra (38 estrellas, 2018) y es clave que la tengamos en podcast, así narrada, en "solamente" 36 minutos. Necesitamos más historias periodísticas sonoras como esta.
Fugas, segunda temporada
☞ Algunos podcasts relacionados: por un lado, podemos sumar otro podcast en el que escuchamos (y conocemos en profundidad) una historia contada por sus protagonistas, en un amplio espectro que va desde los ladrones, pasando por policías y fiscales, hasta periodistas y víctimas. Si no escuchaste aún El verdadero robo del siglo, este es el momento: web o Spotify. Otro, relacionado a la fuga en Guadalajara, es el episodio del podcast mexicano Esto no es radio llamado Hermanos Vikingos: con varias conexiones entre las historias (ambas con producción de Mitzi Pineda, en este caso junto a Micro Hernández), en combo funcionan muy bien. Se escucha por acá: web o Spotify. Con otro tono y un enfoque onda Ear Hustle, podés conocer una historia de presas españolas, que es parte de la primera temporada del magistral De eso no se habla y se llama Seis barrotes: web o Spotify. La fuga del Cabildo tiene otra versión en podcast, del año 2013, en los inicios de Radio Ambulante: web o Soundcloud (tantos años tiene el episodio). Está narrado por una de las tupamaras y por su hijo. Ideal para la escucha comparada.
☞ Experiencia en vivo: durante este año Anfibia Podcast está llevando Fugas de gira por distintas ciudades. Me tocó ver el show en el Konex, hace unos meses (acá unos tuits al respecto y acá otros sobre podcast en vivo en general) y espero repetir en Rosario en noviembre (nos vemos en el Festival Estéreo si vas para allá). La experiencia inmersiva incluye luces apagadas, visuales especialmente diseñadas (que acompañan la escucha pero no la invaden, no es un video: es en definitiva un podcast) y unos auriculares inalámbricos geniales que completan el viaje. Es atrapante la escucha grupal y en alta calidad. Acá una foto de la reciente presentación en Montevideo te da una idea de cómo son las cosas. Narra Ortega en vivo (sobre la pista del episodio) y es parte del juego verlo dar vueltas por la sala mientras cuenta la fuga.
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