Este texto forma parte del envío #72 del newsletter Escucha Podcast donde salió publicado con el título El flagelo conversacional (rompo prejuicios por la causa):
El prejuicio es un problema grande para la reseña. Si bien para la tarea de escribir sobre alguna cosa cultural (aquí podcast) hay que/se termina haciendo cierto ordenamiento, no por obligación sino para que el discurso sea más o menos coherente, para tener un universo de referencia. Si hablo de un podcast narrativo periodístico de tal tema, me parece un buen aporte al campo relacionarlo y compararlo con producciones pares (sean en audio, escritas, filmadas). Y así con todo.
Después lo escrito queda como algo muy sólido, las palabras quedan si bien en digital se puede cambiar todo a cada momento (qué largo sería retocar todas las reseñas que escribí... y qué al pedo, están bien así). Y este año estoy pensando mucho sobre lo muy solidificadas que pueden quedar las cosas que se dicen o escriben de tal cuestión cultural (el podcast, el podcast). Con asuntos como, por ejemplo, el debate en torno a qué es (y no es) experimental en podcast. Por suerte un colega me ayudó a pensar en estos días y nos entregará un texto pronto.
Mi principal prejuicio en podcast es con todo el género conversacional: esa charla vana, vacía, exageradamente cotidiana frente a un micrófono, propalada al mundo, digitalizada, grabada en vivo, distribuída para que todas las personas que escuchamos eso nos enteremos qué pasó cuando el conductor/la conductora llevó a su hija a la escuela, estacionó en doble fila y alguien (bien ahí) le explicó lo mal que estaba eso, más las reflexiones humanas/urbanas disparadas por el suceso... me mato, prefiero no escuchar nada, el silencio eterno (si bien, dicen, no hay peor tortura).
Odio los conversacionales y si leés esto hace tiempo lo habrás notado. Hablen con sus amigos, hablen en su casa con su pareja, con la familia, con los gatos, qué se yo, con el pelado del trabajo (¿puedo hablar de pelados? soy uno en vías de)... pero no nos cuenten más la anécdota en el supermercadito chino, lo que les pasó a la mañana en el ascensor, por favor les pido María, Rey, Ale, Andy, Mario, Lalo, Fer (?). La charla liviana que asesinó la radio, puesta en una grabación de dos-tres horas para que la disfrutemos en podcast: el infierno en la tierra.
Pero las reglas, las solidificaciones, las durezas, tienen excepciones. Y si no las tienen uno las busca, por la causa, por conocer, por curiosidad. Hay conversacionales fabulosos, que no son de entrevista (entro en todas las peleas todas): en la entrevista una persona pregunta generalmente a otra, un formato clásico del periodismo. Entrevistador/a y entrevistada/o, con variantes, con versiones. Es un poco raro explicar qué es una entrevista: es ese formato tan habitual. Una conversación es otra cosa: 3-4 personas, todos tipos o todas minas (mixtos los menos), hablando de una hora y media a tres sobre todos los temas (insisto que todo no es un tema, si bien la nada sí lo es---te amamos, Seinfeld), se dicen graciosos o graciosas y pocas veces lo son. Cuando funciona la cosa son geniales: vuela el tiempo, es el producto ideal de compañía, la charla de fondo, eso para escuchar mientras hacemos otra cosa (total no perdemos el hilo narrativo), la solución digital: podcast killed the radio star.
Pero no todos son el programa de Dolina, de hecho casi ninguno se acerca. Sí, estoy hablando del tal Alejandro Dolina que hace un podcast de conversación (mesa, tres tipos, dos horas) hace 40 años. Y el mejor de todos, probablemente, si bien sale por radio y se llama (hace mucho tiempo) La Venganza Será Terrible. Con ejemplos similares en otros países/regiones, que obviamente son podcasts plenos, nativos, podcast-first: pensados y ejecutados para ser consumidos como audio on demand. Y también son muy buenos, llenen o no grandes teatros.
No estoy siendo nostálgico con la referencia de Dolina: casi ningún tiempo pasado fue mejor. Lo que no implica que lo actual sea siempre interesante, divertido, atrapante, adictivo. La mayoría de los conversacionales son infumables, ridículos, embolantes, pavos... para todas las personas que no somos sus fans. El mundo de los nichos, la era de los fans, las grietas hasta para reírse un rato. Somos insoportables, una humanidad rota, agotadora. Para serlo un poco menos este año voy a ir soltando, muy de a poco y cada tanto, algunos conversacionales que probé y pude sostener, que logré no apagar a los 10 minutos (son más laxos los tiempos, hay que darles otra espera). Son pocos pero te juro que van a ser de los buenos.
Arrancamos con dos: uno que voy a recomendar/reseñar a cajón cerrado, porque todos los episodios tienen algo; del otro voy a focalizar en un episodio, como para que empieces por ahí (y después sigas por el que te parezca) pero también para que veas la peli de la que hablan.
1) Pink Moon Radio (uy, dice "radio" en el título) tiene charla, tiene música (canciones enteras), tiene dos personas-personajes únicos. Lo encontré de casualidad en Twitter, lo empecé a escuchar un domingo a la noche... arrancaron para cualquier lado, con un delirio ácido sobre Larreta (nefasto gobernador de Buenos Aires que este año quiere ser presidente) y me ganaron el corazón para siempre. No fue por eso que me ganaron, tan metido no estoy en la grieta política, pero ese humor en cámara lenta, ese dar en la tecla solo posible a través de conocer mucho el paño... que también funciona cuando hablan de cine, de series, de lugares comunes culturales, de las redes sociales, de cómo somos (?). Pink Moon fue fanzine, fue web, siempre (creo) a cargo de los hermanos Zurita (Marcos y Martiniano). El nombre de su episodio más reciente es muy elocuente y, además, está grabado con ambos integrantes in situ terminando con las molestias de las videollamadas: Al progre les gustan las cosas del pobre pero sin los pobres. Hablan allí de actualizar letras de canciones viejas, del carnaval uruguayo, de una comedia argentina estrenada este año, pasan buena música. Es muy de nicho, de un nicho que no sabemos cuál es. Escuchar: Spotify, Google, RSS.
2) Lettera 22 es un podcast sobre guiones de cine. Escuché un solo episodio, si bien hay gente que me lo recomendó cuarenta y dos veces (así es la vida). No me interesan particularmente los guiones, si bien he indagado en los de podcast (para aprender) y leí algunos libros clásicos del tema... pero sí me gusta el cine, las historias bien construidas, las series de personajes, los diálogos realistas (qué bronca los diálogos malos, gente que nunca charló ni escuchó charlar y los escribe como buenos, qué dolor). Y como debe ser con un podcast que uno no escuchó nunca, agarré el episodio que me atrajo por el título. ¿Descubrir podcasts? Ese ejercicio raro que hacemos scrolleando nombrecitos y tapitas en miniatura por la vida. Fue el episodio dedicado a Duro de Matar, Die Hard (la primera), también llamada en alguna traducción alocada (muy poética) La Jungla de Cristal. La gran película navideña de acción, que le gana por cuarenta y ocho cuerpos a las demás, y una de las grandes películas de los años noventa (es de 1988, adelantada a su época). En el episodio del podcast que conducen Santiago Calori y Sebastián Rotstein hay dos invitados: Nicolás Goldbart y Lautaro Núñez de Arco. Allí desgranan la película escena por escena, paso por paso, tiro por tiro... de una película que "siembra mucho y cosecha todo". Bruce Willis hasta ese momento era un actor de comedias románticas, protagonizó esta peli de acción (en la que los tiros y las explosiones son lo menos importante) y anda pasando una malísima de salud. Para recordarlo con cariño, para guardar esta peli que se puede ver millones de veces... el episodio de Lettera 22 sobre Duro de Matar: Spotify, otras opciones, RSS.
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