Desde el inicio, el trailer de la primera temporada de Crímenes. El Musical era un auténtico manual de instrucciones para adentrarnos en esta experiencia auditiva. Nos advertía que si bien en el siglo XIX no tenían series ni videojuegos, sí tenían crímenes que eran contados con sabrosura por los periódicos de la época. Las delicias de la sangre y las vísceras extirpadas eran seguidas con interés por las audiencias ávidas de nuevas emociones, pero también por todo tipo de intelectuales y gentes dedicadas a descifrarlos y entenderlos; de ahí nacieron las ciencias forenses. Como la misma Mar Abad dice, eran Los Soprano de la época. Pero ¿quién necesitaba series o videojuegos cuando tenían estas emocionantes historias de vísceras y sangre narradas con tanto swing?
En la primera temporada, Crímenes te hace sentir que estás asistiendo a un verdadero musical, condimentado por la despreocupación de muertes sucedidas hace tanto tiempo que no tienen dolientes. El paisaje sonoro de pedazos de cuerpos desmembrados se confunde con escabrosos sonidos que emergerían de cualquier carnicería, chas chas chas. Y es que cuando se trata de cuerpos, el sonido no distingue entre el de una vaca, un cerdo o un ser humano. Definitivamente hay que escuchar el trailer para entender Crímenes, para acercarse a la muerte violenta vista con la ligereza y el desenfado que se recrea con el bolero, la bossa nova y la música disco.
Esa primera temporada cuenta los crímenes como obras de teatro y “destripan la ciencia forense”, en la segunda los crímenes nos recuerdan a artículos de periódico. No es tan afortunada como la primera, pero ahí va. La cosa cambia radicalmente en la tercera temporada, donde los magnicidios no logran mantener el ritmo. Ese bello paisaje de terror, muerte y muchos sonidos cárnicos no se puede perrear. Los relatos jugosos, como un asado a buen término, fueron sustituídos por comentarios intelectualizados de expertos, que aunque también están presentes en las anteriores temporadas, en esta desmenuzan las carnes frescas como moscas curiosas, mientras las conducen a la putrefacción. ¡Adiós a la sabrosura! Pero lo que más duele es el uso de la música y el diseño sonoro que deja de narrar para empezar a ilustrar el discurso de los expertos. Sorry bebé, le diría a Mar Abad, Crímenes ya no es un musical...
Vamos a sumergirnos en el primer episodio de la tercera temporada, titulado Ahorcan al Liberal. Desde el inicio, la música no logra envolver por completo el relato. Un soso reguetón da la entrada, desperdiciando la oportunidad de reflejar la evolución que este género ha experimentado. En lugar de presentarnos una melodía intrigante y envolvente, el tono infantil de las rimas y el molesto auto-tune se apoderan del ambiente sonoro. La complejidad musical del reguetón ha ido en aumento en estos diez años, con una amplia gama de elementos instrumentales y recursos que hacen al género cautivador y diverso. Sus productores y artistas han incorporado estilos y fusiones con otros géneros musicales, como el trap, la salsa, el dancehall y la música electrónica, enriqueciendo así su paleta sonora. Los artistas han demostrado su habilidad para jugar con la métrica, el doble sentido y las metáforas, lo que añade un nivel de sofisticación a las letras que puede ser apreciado por quienes buscan un contenido más elaborado. Como en cualquier género musical, la calidad y la complejidad de las canciones varían, pero es indudable que el reguetón ha demostrado ser un género con una riqueza y profundidad que va más allá de estereotipos superficiales. Pero esto en Crímenes no se escucha.
La tercera temporada de Crímenes parece haber caído en una trampa académica, alejándose del estilo musical característico. Ahora adopta una narrativa que tiene la solemnidad del dato y no el sabor del chisme y el relato popular, con un formato de documental clásico. Un historiador y una destacada experta forense toman el protagonismo y exponen los eventos en lugar de narrarlos con el misterio y la pasión que los crímenes merecen. La música, aunque presente al principio, se diluye rápidamente en el fondo, como si fuera una mera formalidad y no un elemento esencial para la inmersión.
Mar Abad, nuestra guía durante las temporadas anteriores, sigue conduciendo el relato, pero se ve continuamente interrumpida por las historias de los expertos. Esto impide que conectemos con la esencia narrativa vibrante y sabrosa que solíamos disfrutar. La interacción entre los expertos y Mar Abad no logra cautivarnos ni atraparnos en la trama de la misma manera.
Así que, si buscas un podcast con crímenes emocionantes y entretenidos, la primera temporada es un buen asado, a la segunda se le pasó un poquito la cocción, ¡y la tercera puede no ser de tu gusto! Pero ¿quién sabe?, tal vez en las próximas temporadas vuelvan a encontrar su ritmo y regresen al verdadero estilo musical que nos enamoró al principio. Porque eso hay que reconocerlo: El Extraordinario, la productora de Crímenes y mi favorita en todo el universo podcast, sigue arriesgando en cada propuesta, no se conforma con repetir la fórmula. Y seguramente es esto lo que los lleva a buscar otros caminos, como en esta temporada en la que posiblemente salieron a enganchar a otro tipo de público.
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☞ Paula Restrepo es investigadora y profesora. Coordina el Doctorado en Comunicaciones y Narrativas de la Universidad de Antioquia. La encontrás en Instagram: @pol.restrepo
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