Relojeros, los ladrones del lujo se estrenó el 14 de mayo y fue uno de los podcasts que más circuló en lo que va del año: en redes, en las comunidades de oyentes, entre colegas, con los alumnos de las clases. El tema es atrapante, adictivo: no solo nos introducen en el mundo de los relojes de lujo, nos meten bien a fondo en las organizadas-y-complejas maniobras para robarlos. Y la cosa no termina ahí: Relojeros tiene un ritmo demoledor, hay una historia, otra historia y otra, y otra más. Es una mamushka interminable de detalles, curiosidades, vidas, yeites, personajes, situaciones. Los hechos se suceden sin pausa, cada tema está en nuestros oídos unos pocos minutos. Desde el inicio nos queda claro que el entretenimiento será el camuflaje de esta investigación periodística transnacional. Vamos por partes…
Además, los ladrones y ladronas protagonistas de esta historia aportan un sinfín de acentos desde Chile, Colombia, México, Argentina, EE. UU., Italia. El tono internacional, la sensación de investigación global está presente en cada minuto de Relojeros. Es un podcast atrapante, entretenido, dinámico.
¿Cómo puede alguien llevar 280.000 euros en la muñeca? Es una pregunta que te hacés vos, que me hago yo, que nos hacemos las personas normales que escuchamos Relojeros —salvo que tengas el Rolex puesto: en ese caso te invito a darte una vuelta por la sección donaciones—. Desde esa distancia insalvable y desde la dinámica propuesta por este podcast vamos a estar siempre del lado de los ladrones. La vara moral la dejamos cerquita del suelo y está todo bien. Por las dudas no le preguntemos al bueno de Robin qué piensa de todo esto.
Este es un podcast periodístico pero no es lo que conocemos como narrativo de no-ficción. El guion está muy pulido, tiene destino de serie de Netflix —la expertise de Gómez Santander destaca—, pero por momentos no sabemos adónde vamos. Se suceden los episodios, la intensidad no varía y puede aparecer cierto agotamiento (lo que, paradoja, complicaría la escucha maratoneada). Vamos y venimos por distintos momentos y personajes (hay un robo en Recoleta en el inicio, al que en algún episodio regresamos, fugazmente), con giros como “te acuerdas de…” que no son lo más fluido en términos narrativos. Son detalles, que quedan tapados por el ritmo, el tono y el entretenimiento: nos gusta divertirnos escuchando historias reales.
Un par de comentarios me llegaron (de la máxima escucha) sobre las entrevistas, sobre lo técnico: que estaban mal grabadas, que se escuchaba la videollamada, que en la cárcel era mejorable la cuestión. Como editor de sonido (pero también con los años de hacer estas reseñas y con la novedad de dar clases) tengo que elaborar una pequeña defensa: no es para tanto, la historia no lo sufre y no lo va a notar prácticamente nadie. A veces es mejor decir que un podcast está bueno y listo, en vez de buscarle la sexta (!) pata al gato. Sinceramente, me preocupa más la fugacidad con la que sobrevuelan subtramas que están buenísimas.
Relojeros tiene meses y meses de producción (y se nota), nos deja algunas ideas de cómo hacer periodismo (pero que sea) entretenido y nos abre puertas a mundos insólitos, especialmente a uno al que no podrían entrar nunca las cámaras. Y ese puntazo a favor del audio aquí no lo vamos a dejar pasar. Ojalá profundicen, necesitamos más de donde vino esto. Queremos conocer algunas de las decenas de puertas entreabiertas que nos dejaron pispear. El mundo de hoy está rotísimo y es más fácil imaginar su derrumbe (antes que el fin del capitalismo) que un cambio en las reglas del juego, esas que vienen marcando un futuro probablemente apocalíptico, pero los que escuchamos podcasts siempre queremos conocer más.
Intriga internacional: el tono
Javier Gómez Santander (español) y Nahuel Gallotta (argentino) unieron fuerzas para esta producción de La Pegaso y Onda Cero. Y esa colaboración en guion e investigación llega hasta los más finos detalles: en ningún momento se nota que nos están explicando algo de más porque somos españoles y no conocemos cómo son las cosas en esos países latinoamericanos (lamento decirles a quienes me leen desde la península, sin ánimos de escalar las cosas en estos días extraños: es algo que les pasa bastante), tampoco ocurre a la inversa con algunos términos y lugares ajenos al habla cotidiana —oyendo desde Argentina—. El guion de esta historia es cosmopolita, no explica: avanza. Y avanza, avanza, avanza.Además, los ladrones y ladronas protagonistas de esta historia aportan un sinfín de acentos desde Chile, Colombia, México, Argentina, EE. UU., Italia. El tono internacional, la sensación de investigación global está presente en cada minuto de Relojeros. Es un podcast atrapante, entretenido, dinámico.
La prole de Robin Hood: juicio moral
En Relojeros no juzgan a los ladrones. Lo dicen expresamente en el cierre de la historia (sin spoilers, es algo que se vislumbra durante toda la serie). Y es un ejercicio que uno como periodista puede hacer en varios momentos del podcast. Mientras más conocemos el mundo de lujo ridículo en el que circulan esos símbolos de altísimo estatus, esas piezas preciadas de ostentación plena, más fácil es que aflojemos el juicio moral sobre robar relojes.¿Cómo puede alguien llevar 280.000 euros en la muñeca? Es una pregunta que te hacés vos, que me hago yo, que nos hacemos las personas normales que escuchamos Relojeros —salvo que tengas el Rolex puesto: en ese caso te invito a darte una vuelta por la sección donaciones—. Desde esa distancia insalvable y desde la dinámica propuesta por este podcast vamos a estar siempre del lado de los ladrones. La vara moral la dejamos cerquita del suelo y está todo bien. Por las dudas no le preguntemos al bueno de Robin qué piensa de todo esto.
Nuotatori professionisti: el ritmo
Hay algo en la fugacidad de Relojeros que no termino de definir. Lo pensé previo a estas líneas, le dimos vueltas en conversaciones con la gente de máxima escucha. Creo que va por este lado: el viaje es espectacular, conocemos el mundo, nos sentimos parte de dos universos altamente exclusivos (tener un reloj de lujo, ser un ladrón profesional), tenemos diez-veinte cosas para contar en el próximo asado en lo de un amigo en Boedo (Buenos Aires) o en la cena con amigas de Chamberí (Madrid). Es muy posible que escuches Relojeros de un tirón por la dinámica, por los 20-22 minutos por episodio: podcast altamente maratoneable. También es muy probable que te quedes con ganas de más. Y en esto me quiero detener. Paramos la moto, pausamos el robo, se queda el ladrón suspendido, el dueño del reloj piensa —semiahorcado— que quizás puede zafar…Este es un podcast periodístico pero no es lo que conocemos como narrativo de no-ficción. El guion está muy pulido, tiene destino de serie de Netflix —la expertise de Gómez Santander destaca—, pero por momentos no sabemos adónde vamos. Se suceden los episodios, la intensidad no varía y puede aparecer cierto agotamiento (lo que, paradoja, complicaría la escucha maratoneada). Vamos y venimos por distintos momentos y personajes (hay un robo en Recoleta en el inicio, al que en algún episodio regresamos, fugazmente), con giros como “te acuerdas de…” que no son lo más fluido en términos narrativos. Son detalles, que quedan tapados por el ritmo, el tono y el entretenimiento: nos gusta divertirnos escuchando historias reales.
Let me entertain you: sonido y balance
Vamos cerrando esta reseña con lo que más nos gusta acá: lo sonoro. Propiamente de lo que se escucha y cómo se escucha. Relojeros es un podcast muy musical, con decenas de voces y el elevado ritmo narrativo mencionado. No solo está logrado el tono internacional —hayan viajado o no a todos los países para hacer las entrevistas, es verosímil y es un plus importante para la historia—, también nos sentimos un poco ricos y un poco chorros por las situaciones sonoras: ese aire a Dubái, a codearse con Messi en un evento, al sol del Mediterráneo que envuelve a esta historia; y del otro lado está el ingreso a la cárcel, donde aparece el periodista Nahuel Gallotta —dejando momentáneamente el rol de guionista— para contarnos cómo es el procedimiento de visitar-y-entrevistar a un preso; están los pasillos de los turbios edificios de la calle Libertad o los robos a una joyería en México. Estamos ahí, en un instante. El diseño sonoro es de Yago Mendívil, a quien quizás recuerdes de —entre tantos— XRey, Máster o sus años en Sonora. La música original es de Miguel Marcos (Le Voyeur).Un par de comentarios me llegaron (de la máxima escucha) sobre las entrevistas, sobre lo técnico: que estaban mal grabadas, que se escuchaba la videollamada, que en la cárcel era mejorable la cuestión. Como editor de sonido (pero también con los años de hacer estas reseñas y con la novedad de dar clases) tengo que elaborar una pequeña defensa: no es para tanto, la historia no lo sufre y no lo va a notar prácticamente nadie. A veces es mejor decir que un podcast está bueno y listo, en vez de buscarle la sexta (!) pata al gato. Sinceramente, me preocupa más la fugacidad con la que sobrevuelan subtramas que están buenísimas.
Relojeros tiene meses y meses de producción (y se nota), nos deja algunas ideas de cómo hacer periodismo (pero que sea) entretenido y nos abre puertas a mundos insólitos, especialmente a uno al que no podrían entrar nunca las cámaras. Y ese puntazo a favor del audio aquí no lo vamos a dejar pasar. Ojalá profundicen, necesitamos más de donde vino esto. Queremos conocer algunas de las decenas de puertas entreabiertas que nos dejaron pispear. El mundo de hoy está rotísimo y es más fácil imaginar su derrumbe (antes que el fin del capitalismo) que un cambio en las reglas del juego, esas que vienen marcando un futuro probablemente apocalíptico, pero los que escuchamos podcasts siempre queremos conocer más.
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Otros podcasts para escuchar en combo:
- Fugas de Anfibia Podcast, sobre escapes de cárceles latinoamericanas: por el tono, por la producción de entrevistas, porque es diferente el foco y el estilo.
- Efecto Iceberg de El Extraordinario, por lo entretenido y por el ritmo, por ser una historia producida entre españoles y argentinos (los hermanos Sinay).
- El verdadero robo del siglo de Adonde Media, por las entrevistas a los ladrones, por cómo resuelven los dilemas morales del robo y porque es la mejor versión de todas las que han contado el famoso robo al Banco Río de Acassuso.
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